Nigeria, el país más peligroso del mundo para los cristianos, enfrenta una crisis de violencia extrema que combina extremismo islamista, conflictos étnicos y factores socioeconómicos como la pobreza y el cambio climático. Grupos como Boko Haram, ISWAP (provincia de África Occidental del Estado Islámico) y militantes fulani radicalizados atacan comunidades cristianas, especialmente en el norte y el cinturón central, con el objetivo explícito de imponer un Estado islámico y subyugar a los "infieles". Aunque la violencia es regional (con el sur más seguro, pero no inmune), los cristianos tienen 6,5 veces más riesgo de ser asesinados y 5,1 veces más de ser secuestrados que los musulmanes, según datos del Observatorio para la Libertad Religiosa en África. En 2024, se reportaron 3.100 cristianos asesinados y 2.830 secuestrados; en 2025, la cifra ha escalado a más de 7.000 muertes en los primeros 220 días (un promedio de 35 al día) y 7.800 secuestros, con un total acumulado de al menos 52.250 cristianos muertos en los últimos 14 años. Millones están desplazados, viviendo en campamentos precarios, olvidados por los medios y con una impunidad gubernamental que erosiona la fe en la justicia.
Esta no es solo una crisis religiosa: involucra control territorial, radicalización y anarquía, pero la fe cristiana es un blanco claro, con gritos de "Allahu Akbar" y "Destruiremos a todos los cristianos" durante los ataques. La violencia se extiende por África subsahariana (Sudán, Burkina Faso, Mozambique), con Nigeria como epicentro; si no se contiene, podría desestabilizar el continente. Los sobrevivientes claman: "Estamos desplazados... olvidados, ignorados", como el pastor Bernabé. Los medios occidentales a menudo minimizan el componente religioso, describiéndolo como "enfrentamientos" entre pastores y agricultores, mientras el gobierno nigeriano niega el sesgo y libera sospechosos sin juicio, fomentando más impunidad.
Desde nuestras comodidades en Occidente, es fácil caer en titulares virales y debates sobre términos como "genocidio" (que distraen de la urgencia), pero el llamado bíblico es claro: "Orad sin cesar" (1 Tesalonicenses 5:17) y "Sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores" (Santiago 1:22). La persecución africana no es un problema lejano; es nuestra familia en Cristo sufriendo (Hebreos 13:3: "Acordaos de los presos, como si estuvierais presos juntamente con ellos"). Aquí, un enfoque práctico para romper el silencio:
Oración Intencional: Dedica tiempo diario a interceder. Ora por protección divina sobre las comunidades cristianas (Salmo 91), sabiduría para líderes nigerianos y conversión de los perseguidores (como Saulo en Hechos 9). Únete a cadenas globales de oración, como las de Open Doors o Release International, que reportan cómo la intercesión ha fortalecido a pastores en zonas de Boko Haram. Imagina: tu plegaria podría ser el "refugio" que un pastor necesita hoy.
Atención y Educación: Lee informes actualizados (de Open Doors o USCIRF) para contrarrestar la desinformación. Comparte historias reales en redes –no solo estadísticas, sino testimonios de fe resiliente– para sensibilizar. En iglesias occidentales, organiza vigilias o charlas sobre el "cinturón de persecución" africano, recordando que el 82% de cristianos globales muertos por fe en 2023 fueron nigerianos.
Acción Concreta: Apoya organizaciones como Aid to the Church in Need o Global Christian Relief con donaciones para trauma care, entrenamiento en supervivencia y ayuda económica. Aboga ante gobiernos: escribe a tu congresista o únete a campañas del Parlamento Europeo por investigaciones sobre crímenes contra la humanidad. Recuerda las palabras de Corrie ten Boom, sobreviviente del Holocausto: "La fe ve lo invisible y cree lo increíble" –actúa como si la sangre de estos mártires clamara por justicia (Apocalipsis 6:10).
Que este conocimiento nos impulse a una fe activa: orar con empatía, escuchar con humildad y responder con generosidad. En Cristo, no estamos solos; nuestra solidaridad puede traer luz a la oscuridad nigeriana. ¿Qué paso darás hoy?